Durante los difíciles años que nos ha dejado la crisis, los autónomos se han convertido en un alusivo para crear empleo, e incluso muchos trabajadores que sumaron un número más en la lista del paro optaron por ofrecer sus servicios como profesionales por cuenta propia.
El Gobierno decidió ofrecer facilidades a aquellos que apostaran por el autoempleo y la puesta en marcha de negocios, a través de incentivos y ayudas económicas. El problema para estos trabajadores surge a la hora de cotizar para obtener una pensión proporcional a lo trabajado.
En 2015, cuando llegó la hora de jubilarse para algunos autónomos, la pensión media de cada uno fue de 335 euros menos que la que cobraron los trabajadores por cuenta ajena. La diferencia parte de que las bases de cotización de los autónomos, tradicionalmente, han sido más bajas.
¿Cómo salvar esta diferencia?
Para facilitar el pago, el Gobierno ha establecido una tarifa plana de en 50 euros los primeros 6 meses y que aumenta progresivamente los meses posteriores. Pero conforme incrementan los beneficios, se recomienda que en medida de los posible cada uno aumente su base de cotización conforme a sus rendimientos. Esta variación en la cotización es flexible ya que se puede realizar dos veces al año tanto al alza como a la baja.